Boca de Huérgano-Calande-Riaño: en ‘toos’ los morros

Ruta realizada el Martes 07/06/2022

Dificultad Física
Dificultad Técnica
42.4 km
803 m
302 Km Distancia Madrid
8h01'
3h41'
Características Terreno Suelo normal (tierra con alguna piedra), sin trialeras, con un obstáculo, no adecuado para temperaturas altas, 1000 metros no ciclable, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix, Pepe

Mas detalle ruta

Temperatura media: 25.4
Descarga ruta: Boca-de-Huergano-Calande-Riano-20220607.gpx
Reproductor audio crónica:

El martes era el día de la gran ruta. Estábamos algo mosqueados, después de ver el día anterior cómo se las gastaban los repechos de la zona. El día era espléndido, con una temperatura perfecta. Salimos del hotel motero según la hora prevista después de recoger las bicis en un remoto hangar.

Pronto nos dimos cuenta de que el track rodaba todo el tiempo por una solitaria comarcal pero, por fortuna, había una pista paralela que parecía creada ex-profeso para que los lugareños se dieran paseos.

Íbamos risueños y disfrutones, difuminados los resquemores y convencidos de que esta ruta iba a ser coser y cantar, hasta el punto que, cuando vimos una bifurcación que llevaba a un valle que discurría a la izquierda, no nos lo pensamos dos veces: «Vamos hasta donde se pueda llegar, que hoy vamos sobrados…«

Momentos felices, ignorantes de lo que nos esperaba…

La verdad es que el desvío merecía la pena. El lugar era una delicia pero empezó a cerrarse y nos dimos de cara con una zona embarrada que nos llevaba de cabeza a un bosque cerrado. Dado que la pista que empalmaba con nuestro track original estaba casi 100 m. por encima de nuestras cabezas y no se veía ningún sendero, decidimos sabiamente volver por donde habíamos venido después de un breve conclave.

Retomamos la humilde y solitaria carretera LE-241, que nos recibió de nuevo con una subida larga pero tendida para superar el collado de El Hito.

Subiendo encantados de conocernos, mientras comentábamos lo listísimos que habíamos sido por no picar, como siempre, y habernos metido en un follón de triscada campo a través. Se nos notaba la madurez, y tal y tal…

Entramos en una zona de pinares, rodeando el Cotorro del Burro, que ya con el nombre uno se hace la idea de su pendiente. Por suerte, la carretera transcurría por la única zona accesible disponible, que por estos lares no hay mucho donde elegir.

Entramos en otra pista, intentando repetir el éxito anterior y con idea de tener una vista elevada del pantano, pero una pendiente del 20%, que se metía directamente al bosque, nos hizo renunciar sin mediar palabra.

Con un sube-baja agradable, llegamos a un desvío que incluía el track y que llevaba a orillas del pantano por un pequeño valle llamado Invernales de Salio.

En las orillas había una concentración de cormoranes que salieron disparados al centro del pantano en cuento nos vieron llegar. Con la sensibilidad ecológica que nos caracteriza, no se nos ocurrió otra cosa que mandarles el dron para asustarles. En menos de lo que tardo en contarlo, el dron se lanzó sobre ellos, provocando que salieran todos en estampida, como los flamencos de Memorias de Africa. No lo sabíamos todavía pero nuestra maldad tendría su justo merecido. Las entidades de los bosques leoneses estaban al acecho.

Mientras estábamos en estas lides, nos metimos por una pista continuaba orillando el pantano. Cómo éramos muy listos y muy majos, se nos ocurrió que si la seguíamos, nos evitaríamos un potente cuestón que estaba esperándonos ahi mismo, a la vuelta de la esquina. Pepe ya nos había prevenido de su existencia y estábamos moscas porque aquí te calzan un 20% de pendiente por menos de nada. Miramos en el Orux y vimos que la pista se convertía en un sendero que desembocaba en otra pista que empalmaba con el track. ¡Si es que cuando se es espabilado…!

Así es como llegamos a un sitio infecto que ahora sé que se llama Valle de Pujedo, lleno de caballos y vacas que andaban allí, tan tranquilos. Al salir de un bosque de robles, el sendero se metió en un prado embarrado y desapareció, como nos pasa siempre, por otra parte. Pero no desesperamos. Alfredo encontró una señal de GR que nos confirmó en la idea de que por allí se podía continuar y fue así como dimos con un sendero de vacas que se fue cerrando y cerrando, mientras subíamos y subíamos, hasta que perdimos toda referencia y nos vimos en mitad de monte, rodeados de retama, brezo, zarzas y otras plantas nada acogedoras.

Detalle de la tontaa, con curvas de nivel y todo, de la triscada ‘by the face’ que nos chupamos

Después de más de una hora de vueltas, idas y venidas, arañazos, raspones, juramentos y búsqueda de culpables, decidimos dirigirnos a la cumbre para buscar una vía de escape, que por suerte, acabamos encontrando. Cómo se puede apreciar en la imagen anterior, acabamos exactamente en el mismo sitio en el que empezamos. El dios de los cormoranes se había vengado y los caballos, en comandilla, se estaban riendo de nosotros, los listos de la ciudad.

Con el rabo entre las piernas (como siempre, esta frase siempre me ha parecido un poco tonta…) volvimos a retomar el track. Como dirían los ingleses «we had eaten humble pie» y ya lo creo que lo hicimos, sin dejar una miga. Ahora, nos habíamos convertido en unos fervientes seguidores del track, unos trackistas de tomo y lomo. Al principio parecía que todo había vuelto a la normalidad pero pronto empezó a subir la pendiente, a empeorar el terreno y al final, otra vez pie a tierra. ¡Qué cruz…! El único que se subió casi entera la Valleja de las Madricas (que es como se llama este agradable lugar) fue, como siempre, Alfroide. Los dioses de la mitología leonesa (un cuélebre, una jana o un trasgo, o todos juntos, vete tú a saber…) no tuvieron piedad de nosotros.

Disfrutando a tope la montaña leonesa

Todo acabó en un preciso mirador, en el que tomamos resuello, mientras disfrutábamos de las vistas.

Ya solo quedaba bajar en dirección a Carande. Ya podíamos respirar aliviados aunque la pendiente era cómo para no andarse descuidando mucho.

Viniendo de Carande, la entrada a Riaño es espectacular.

Esta vez tampoco comimos en el restaurante El Mentidero, que le llamaba la atención a Alfredo. En su lugar fuimos a la parrilla El Molino, donde estuvimos estupendamente un buen rato, porque rápidos no eran.

Íbamos a ir directos al hotel a descansar, pero a la salida del pueblo hubo cambio de planes.

Son menos conocidos que los Amantes de Teruel, pero los de Riaño también tienen su aquél.

Ésta es para resaltar aún más el toque poético de la anterior foto.

Cuando los señores se despertaron continuamos hacia hotel. Mientras los moteros ingleses bebían jarras de cerveza, guardamos nuestras bicis en un hangar a tomar por saco, nos duchamos, nos curamos las heridas de la triscada y bajamos a dar una vuelta. Mientras, los ingleses seguían bebiendo más cerveza, y nosotros nos dimos una vuelta por el rio para ver truchas. Finalmente volvimos para cenar y soportar a los ingleses que teníamos al ladito mismo, con una cogorza como los acantilados de Dover. No entiendo para que ha servido el Brexit. Así acabamos el segundo día de nuestra aventura leonesa.

Otras fotos: Link Álbum

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4 comentarios en “Boca de Huérgano-Calande-Riaño: en ‘toos’ los morros”

  1. Que bonito todo, y lo que lo habeis disfrutado. Y yo rodeado de yayos, muy bien. La vida es para quien se la curra, incluidas las triscadas. Me alegro por vosotros, como no podia ser de otra manera. Ahhh y buena cronica Domingo. Besos y abrazos

  2. Magnífica crónica. Me he reído recordándolo ¡qué es una excursión sin triscada! Debemos pedir a Alfredo un control que discrimine los tramos en bici y a pata, porque eso de que «empujamos 200 mts» no es sino una mentira piadosa. Hubo reiteradas alusiones a las suelas de carbono de Rufi, lástima, le echamos es falta.

  3. Me parto con la crónica. La triscada fue monumental. Las fotos no reflejan ni por asomo la brutal pendiente que nos hicimos empujando las bicis entre las retamas en flor que nos llegaban a la cabeza. Salimos todos con los cuellos húmedos del sudor y multitud de flores pegadas al mismo. Nos follamos al gato con las ramas secas de los matorrales, aunque no había demasiada zarza.
    Las vistas desde esa altura hacia el embalse, son espectaculares. La zona no tiene desperdicio. Lo hemos pillado en todo el esplendor floral y los diversos colores componen unas fotos de ensueño. Encima la temperatura ha sido ideal. Todo genial. Menos las cuestas imposibles que nos invitan a pensar si debemos esperar mucho para pasarnos a las bicis eléctricas

  4. Buena crónica Domingo. A pesar de las aventuras y desventuras lo pasamos muy bien incluyendo siesta reparadora.

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